25 de marzo de 2014

Canto del fin del fin de semana.

Canto del fin del fin de semana.


Fin de semana.
Sábado y domingo.
Breve, muy breve.

Se hace corto.
Descanso incompleto.
Compras, tareas.

Me falta tiempo.
¿Proyectos personales?
Nulo avance.

Orden, aseo.
Lavado y limpieza.
Ineludibles.

¿Descansar, cuándo?
Tal vez otra semana.
Hoy no, a limpiar.

Corto de sueño.
No hubo siesta ayer.
Tampoco hay hoy.

Quiero "San Lunes".
Descansar un día más.
Dormir dos siestas.

Lavando platos.
Barriendo la suciedad.
Se va, fomingo.

Terminando ya.
Es noche de domingo.
¿Lunes feriado?

Ya vienes, lunes.
A trabajar tocarán.
No hay festivo.

Sucia alarma.
Te enciendo otra vez.
Cómo te odio.

Me voy a dormir.
Adiós, fin de semana.
Ya vendrá otro.

16 de marzo de 2014

¿Es apropiado que los smartphones fagociten a todos los artículos electrónicos?

Recientemente me tocó reemplazar el radio reloj despertador de mi casa. Fácil, ¿no? A la hora de almuerzo fui a la multitienda más cercana... y no tenían. En la segunda me dijeron directamente que fuera a Casa Royal. En la tercera tuve suerte de que el vendedor entendiera lo que quería.

No me quedó más remedio que ir a Casa Royal; ahí tenían varias unidades de exactamente un modelo de radio reloj, que afortunadamente tenía todas las características que necesitaba. Compré uno y volví satisfecho a mi puesto de trabajo, aunque quedé preocupado: mal que mal, Casa Royal es la tienda a la que uno va para comprar artículos electrónicos especializados, y el que sólo ahí se sigan vendiendo radio relojes despertadores es una mala señal para la supervivencia de este importante aparato.

¿Qué produjo esta situación? Simple: la invasión de los smartphones.

Gracias a ser, en realidad, un tipo de computadores de mano, los smartphones han ido absorbiendo un montón de distintas funcionalidades: además de ser teléfonos que incorporan agenda y libreta de contacto y funcionan como medios de almacenamiento, también toman fotografías, filman, son plataformas de juegos, hacen las veces de mapas interactivos (con GPS y todo) y siguen agregando, con el paso de los años, muchas funcionalidades más.

El problema es que la cada vez mayor presencia de los smartphones ha dañado a los demás artículos electrónicos: los computadores de mano ya son sólo un recuerdo; los pendrives están en peligro; las cámaras fotográficas más básicas ya no se fabrican (sí las point&shoot un poco más sofisticadas... por ahora); y ni hablar de las famosas o infames "fart machines". En algunos casos, este fenómeno es justificado... en otros no.

Los smartphones no son realmente buenos en todas estas funcionalidades extendidas: hacen lo básico, aunque sin la misma eficiencia o capacidad que los aparatos dedicados que imitan: se han convertido en el equivalente electrónico de una navaja suiza, con la diferencia de que para esta última, el dueño está consciente de que es una herramienta básica, a usarse a falta de la normal; nadie en su sano juicio, por ejemplo, cortaría una tabla de madera con su navaja suiza teniendo a mano una sierra de verdad...

... y sin embargo, los usuarios de smartphones generalmente olvidan o ignoran abiertamente esta deficiencia. Un ejemplo clarísimo está en las fotografías digitales obtenidas con estos aparatos: son innegablemente inferiores a las que una cámara point&shoot de similar nivel puede obtener (y esto sin contar que ese «similar nivel» implica una cámara unos tres o cuatro años más antigua que el smartphone de turno), y sin embargo hay mucha gente que cree que son un reemplazo perfecto.

El humilde radio reloj despertador, otra inesperada víctima del smartphone, está sometida al mismo vejamen. Esta máquina especializada, que combina reloj, alarma(s) programable(s) y radio AM/FM está siendo reemplazada por una máquina genérica (el smartphone), que tiene o puede tener las mismas funcionalidades programadas... pero que por sus características fundamentales es necesariamente menos eficiente de operar: todo se debe hacer pasando el dedo por una pantalla plana, mientras que el radio reloj tiene palancas y botones, que pueden ser utilizados de mejor manera sin mirarlos... y estando el usuario aún medio dormido, pensando sólo en cinco minutos más... ¿es capaz el smartphone de tener un botón grande y grueso y de operación inequívoca para replicar la tan querida función snooze? Una pantalla plana simplemente no puede competir contra eso.

Y sin embargo... los radio relojes despertadores están condenados a desaparecer. Es una lástima. ¿Qué otro aparato electrónico seguirá sus pasos?


A todo esto, cuesta creer que hace apenas diez años (2004) no estuviese claro qué ocurriría con la convergencia entre los «computadores de mano» propiamente tales y los «teléfonos inteligentes» ¿Absorberían los primeros a los segundos, u ocurriría lo contrario? (para el que no se haya dado cuenta, fue esto último)

4 de marzo de 2014

Propina obligatoria pero voluntaria: la ley 20.729 es la expresión más pura de la estupidez legislativa.

Hoy 4 de marzo de 2014 se ha publicado la ley 20.729, que «establece obligaciones relativas a la propina en restaurantes, bares, pubs, clubes, discotecas y similares». Esta ley es relativamente simple: añade un artículo nuevo al Código del Trabajo, que dice:

Artículo 64.- En los establecimientos que atiendan público a través de garzones, como restaurantes, pubs, bares, cafeterías, discotecas, fondas y similares, el empleador deberá sugerir, en cada cuenta de consumo, el monto correspondiente a una propina de a lo menos el 10% del mismo, la que deberá pagarse por el cliente, salvo que éste manifieste su voluntad en contrario.

Esta ley es prueba definitiva de que tenemos legisladores que no son simplemente inútiles, sino que derechamente dañinos.

Recordemos, antes de continuar esta diatriba, que quien escribe no es abogado. Recordemos también las sabias palabras de Maximilian Vandervere: no necesitas poner un huevo para poder oler uno podrido.

En Chile existe la ubicua costumbre de dar un 10% de propina a los camareros y demás personal que atienda al público en los restaurantes, bares, etcétera. Ésta expresa la gratitud del cliente por una buena atención; de hecho, ese 10% es un porcentaje base — si la atención es excepcional, la costumbre dicta dejar más... y si es mala, dejar menos, e incluso no dejar un solo peso si uno ha sido muy mal atendido.

Inicialmente, la propina fue voluntaria, pero durante bastantes años la ley la hizo obligatoria... situación que afortunadamente dejó de ser el caso hace varias décadas. En estos últimos años y hasta ayer, la propina era estrictamente voluntaria (como nunca debió dejar de ser). Ahora, en cambio, la ley dice otra cosa... pero en realidad no.

Por costumbre (algunos piensan que mal hábito), muchos restaurantes incluyen un mensaje de "propina sugerida" en la boleta. La nueva ley hace esto obligatorio. El pago de la propina, en cambio... no lo es. Primero la ley dice (con una redacción deficiente, aunque inteligible) que el cliente debe pagar la propina, pero inmediatamente después dice que a menos que no quiera hacerlo.

Si el cliente quiere pagar, debe pagar. Si no quiere pagar, no debe pagar.

¿En qué cambia esto la costumbre? La propina sigue siendo voluntaria.


El Código Civil nos dice que la ley es una declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita por la Constitución, manda, prohibe o permite.

Obviando la disposición de indicar la propina sugerida en la boleta (norma que existe sólo en función de la siguiente, el pago de la propina), esta ley no manda, no prohibe ni permite nada. ¿Qué sentido tiene una ley que no hace ninguna de estas tres cosas?


Esta ley, en rigor (y, de nuevo, obviando la línea adicional en las boletas), no cambia nada, pero sí da pie a situaciones confusas que se pueden prestar para abusos:


  • La propina "sugerida" es de al menos 10%. ¿Qué pasa si un restaurante decide sugerir una propina exageradamente alta?
  • El cliente debe "manifestar su voluntad en contrario". ¿Se debe entender implícitamente por el solo acto de dejar una cantidad de dinero menor a la sugerida? ¿Podría un camarero fresco amenazar con llamar a Carabineros de Chile para que arresten al cliente, por "infringir sus derechos laborales"?
  • Curiosamente, este problema se puede invertir: si el cliente deja, digamos, el 15% de propina sin decir nada, ¿puede el empleador asignar sólo el 10% previamente sugerido al camarero y guardarse el 5% restante?


Es una pena que la total carencia de sentido común no sea un motivo valedero para anular una ley.


Más de alguien dirá ahora algo como «¿Y qué importa si la ley está o no?». Bueno, recordaré otra sabia frase, esta vez de Montesquieu: las leyes inútiles debilitan a las necesarias.

La ley 20.729 es perfectamente inútil, pues no conduce (en el mejor de los casos) a nada y no tiene efecto alguno (salvo encarecer marginalmente las operaciones de los restaurantes, bares, etcétera).

Nuestros legisladores, al aprobar ese proyecto de ley (y el ejecutivo, al abstenerse de vetarlo), han debilitado a la Ley.


Por todo lo anterior, propongo que la ley 20.729 sea declarada como la unidad patrón de la estupidez legislativa. Cuando veamos un proyecto de ley estúpido, podremos compararlo con éste y determinar cuántas unidades de estupidez contiene.


He dicho.

1 de marzo de 2014

Canto del país de poetas.

Canto del país de poetas.


Qué gran mentira.
¿Un país de poetas?
No, no es Chile.

Dos Nobel, dicen.
Simple anomalía.
No son tendencia.

Dos golondrinas.
Nunca hacen verano.
Aun las premiadas.

Mistral, Neruda:
Son los reconocidos.
¿Los demás? Nada.

¿Acaso hay tantos?
Pocos, en realidad.
Nunca hay muchos.

¿Es que hay otros?
Ninguno destacado.
¿Populares? No.

"Pero", me dicen,
"El pueblo sí recita."
No realmente.

Puto Neruda.
¡Tu maldita parodia!
Eso repiten.

No es recitar.
Estilo irónico.
Neruda hipster.

Maldito seas.
Tu idea de humor...
Cagó al país.

... no realmente.
La cosa venía mal,
Desde antaño.

¿Hay quien se sepa
poesías completas?
Muy poca gente.

¿Joven leyendo?
¿Aprendiendo poemas?
No, no ocurre.

¿Algún poeta?
¿En un medio masivo?
¿Componiendo? No.

Enfrentémoslo.
¿País de poetas? No.
Nunca lo fuimos.

Ya nadie lee.
Menos escribe algo.
Tele y twitter.

Ya ni recuerdo.
¿Poema favorito?
¿Tuve alguno?

"Te contradices."
Eso me dicen ahora.
No, no es así.

"Escribes haikus,
Negando poesía,
En esta tierra."

Así no más es.
Es lo que yo soy también:
Un anómalo.

Hipsters, jódeos.
Mis haikus irónicos
Os superan. ¡Sí!

¡Mis opúsculos!
Debo escribir otro.
Llaman las musas.

Microrrelatos.
Eso sí es lo mío.
Prosa precisa.

La ciencia ficción.
Género favorito.
¿Versos? No sirven.

Es suficiente.
Ahora, no más haikus.
Hora de prosa.

¿Qué? ¿Qué me dices?
¿A nadie le importa?
Es tu opinión.

¡Hora de quiubos!
Solamente escribo
para mí mismo.

Es por mi placer.
Exorcismo con lápiz.
¡Salid, ideas!

Perdí el foco.
¿Contra qué reclamaba?
¡Ah! Poesía.

No hay interés.
Los poemas, perdidos.
Imagen falsa.

Es suficiente.
Pensaré en algo más.
Grabar y salir.

Qué buen editor.
Es cómodo, eficien...
¡¡¡CÁLLATE, MIGUEL!!!