25 de marzo de 2019

El águila y el viejo huevón.

No hace ni quince minutos, venía caminando por la calle de siempre tras salir de mi trabajo. En un lugar en el que alguien suele tirar abundantes migas de pan para alimentar a las palomas o a las aves que sea, noté que, como siempre, había un puñado de palomas alimentándose. De repente, todas excepto una emprendieron vuelo... porque instantes después aterrizó un águila. No alcancé a terminar de pensar «¡Oh, un águila posada en la acera! ¡Esto no se ve todos los días!» cuando esta ave empezó a picotear el pan, al igual que la paloma que había continuado con lo suyo. «¡Esto definitivamente no se ve todos los días¡», pensé, por lo que raudamente saqué mi celular para tomar una foto de este suceso. Estaba a punto de disparar cuando un viejo, que había venido caminando detrás de mí, se me cruzó y continuó caminando. Con esto me tapó, impidiéndome tomar la foto, y ahuyentó a ambas aves, que no volvieron. Ellas se quedaron sin pan y yo me quedé sin foto.

No estoy picado, no. No le deseo mal a ese viejo anónimo miserable, no. Tan sólo deseo que sufra de una diarrea incontenible y que alguien le tome las fotos más indignas posibles y que éstas se vuelvan una sensación viral. O algo por el estilo. ¿Dije que no estoy picado?